Hoy no quiero trabajar (2)

15 febrero, 2019

Por Alejandro Moronta

Se dice que las personas no dejan las empresas, dejan a sus jefes. Esta frase se comparte casi a diario en la red profesional LinkedIn.  La frase no siempre es cierta, pero tiene mucho de verdad.  Trabajar en una institución, y no tener a un líder, mentor o supervisor que se interese en su crecimiento y desarrollo, sino a un jefe, literalmente, es una posición muy incómoda, que consume y desgasta física, mental y emocionalmente.  Créalo o no, quienes están en posiciones más elevadas en la jerarquía organizacional son personas como cualquier otra, que también tienen miedos, defectos, preocupaciones personales o existenciales, y hasta trastornos.  Goulston, conferencista y consultor, psiquiatra de profesión, dice hay psicópatas en todos lados, y que algunos hasta llegan a la posición de directores ejecutivos (CEOs, en inglés).  Hay de todo en este mundo.

Por experiencias propias y de colegas, el primer paso a agotar en la relación con su superior inmediato es obviamente, pero no tan claramente, entender la razón del malestar.  Razones puede haber muchas, quizás el estilo de dirección, la comunicación, o cualquier otro factor que el empleado debe ser capaz de identificar.  Si no es capaz de hacerlo, nunca está de más que alguien le ayude a despejar la niebla.  Puede ser su pareja, un amigo, alguien de su confianza o un coach.  El siguiente paso es definir qué se va a hacer respecto al tema.  Independientemente de lo que se trate, una conversación entre ambas partes es lo más recomendable.  Luce elemental, pero no siempre se ve así.  Se piensa, pero no se hace.  El temor es más fuerte que la acción.

La aversión a conversaciones potencialmente difíciles es lo que frena diálogos necesarios entre las personas, y las creencias infundadas en buena medida no pasan de ser eso mismo, creencias.  El dialogar de manera franca tiene sus ventajas, incluyendo aclarar muchos puntos que no pasan de ser percepciones equivocadas.  Desde hace varios años he repetido que la percepción es más poderosa que la realidad.  Hasta tanto usted no exprese el cómo se siente o cómo le gustaría trabajar mejor con su jefe inmediato (o con otra persona) es muy probable que esa persona no sepa de la situación, y también es probable que usted no sepa de las situaciones de esta persona con usted.  Nada se pierde y se puede ganar mucho.  Ambas partes.  No es fácil, pero lo ideal es que usted se decida a compartir su sentir y que se prepare para ello.  Se puede agregar que el otro, aunque no lo diga, casi seguro verá con agrado que usted haya tomado la iniciativa.

En una oportunidad me tocó tener una de esas conversaciones cruciales con una persona a quien me reportaba.  Definí los puntos que me interesaba tocar, los revisé, busqué la mejor forma en que debería decirlos y hasta repasé mentalmente el cómo los expresaría.  Dice el refrán que cuentas claras, amistades largas.  La sesión con esta persona fue provechosa.  Me permitió expresar los puntos que quería tratar, despejar dudas e interpretaciones erróneas, escuchar lo que la otra persona tenía que decir y lo más importante que seguía era el cómo nos manejaríamos en lo adelante.

En uno de los programas de cultura organizacional en que me involucré, uno de los fundamentos era el de asumir una intención positiva.  Es decir, partir de que la otra persona en verdad tiene buenas intenciones.  Un directivo así quiere que su equipo trabaje a gusto y es saludable concederle el beneficio de la duda sobre por qué asume cierta posición ante un punto que a usted le impacta.  Recuerde que esta persona maneja información que usted no posee, y que usted no sabe de planes o proyectos futuros en que usted sea una ficha importante en el ajedrez, pero la jugada no se puede ejecutar en este momento.  Igual desea que se den ciertos hechos para un escenario posterior.  Nadie sabe.

Cuando se hayan agotado los pasos razonablemente posibles y la situación no mejora, en algún momento hay que aterrizar, y concluir que cuando no se puede, no se puede.  Si entenderse con su jefe (o alguien diferente) no es algo lograble, también es válido.  Eso pasa más a menudo de lo que se piensa.  Hay personas que sencillamente no congenian entre sí, y esto no dice nada malo de uno o de otro.  La opción del empleado puede ser mudarse de departamento o mudarse de empresa, al menos que desee postergar el calvario, cosa que no es para nada aconsejable, o que tenga razones muy poderosas para no irse inmediatamente.  ¿Hay alguien más donde poder acudir?  ¿Ha llevado sus puntos al equipo de talento humano?  Recuerde aquello de la intención positiva, y un profesional del área de talento humano en quien confíe podrá asistirle.

Cuando quien siente el no querer ir a trabajar es el jefe, las cosas se complican.  Si además del jefe usted es el empresario, tiene unas cuantas tareas pendientes.  De nuevo, hay que ver qué le gusta a usted y en el otro lado de la moneda, qué no le gusta.  Por lo menos hágase el propósito de que su malestar no afecte a los demás, y esto a la vez es propio para cualquier persona dentro de la organización, como ya fue mencionado en los aspectos personales.

Sólo quien tenga la responsabilidad de dirigir una organización conoce las luchas internas de quien lleva el timón.  Tratar con proveedores, instituciones financieras, autoridades, sector empresarial o institucional, junta directiva (si la hay), aspectos internos, accionistas, clientes, competidores y lo que falte de la lista no es una tarea placentera.  Súmele a esto dos puntos que no se ven: la familia y el equipo de trabajo.  Sobre los hombros de esta persona están también sus dependientes directos e indirectos.  Ya en un artículo previo se trató el tema de quién motiva al líder.

Ha surgido el término gefe (gestores de felicidad).  La intención es buena, en principio.  También recuerde que nadie hace feliz a nadie, pero algo fundamental del liderazgo es influenciar positivamente a los demás.  Al menos, tenga presente esta parte.  Todos los negocios enfrentan retos, y de la competencia, ni hablar.  El olfato le puede ayudar en saber cómo se están moviendo las cosas en su segmento para anticipar situaciones y ponerse en la delantera o estar preparados.  ¿No le gusta lo que hace?  ¿Por qué?  ¿Qué le hizo perder en entusiasmo con que inició el proyecto?  Vender un negocio no es algo tan usual como cambiar de empleo, pero igual sucede, por muchas razones.  Antes de hacerlo, la primera pregunta sería el por qué hacerlo.  Si va a invertir en otra cosa, y aún se va a sentir sin deseo de luchar, entonces hay que pensarlo dos veces.

Continúa.