Y el software dice…

9 diciembre, 2020

Por Alejandro Moronta

Imagine una visita al médico.  Vamos a asumir que ya ha ido anteriormente, y que el doctor tiene su historial registrado en una computadora.  Usted le informa al médico los síntomas que tiene.  Todo lo que comenta ese día se digita en la computadora, y asumamos además que se introducen los resultados de algunas pruebas analíticas.  Cuando todo está capturado, el médico simplemente presiona un botón, la aplicación -no el doctor- analiza los datos y aparece en la pantalla un reporte, que se imprime, donde se indica el diagnóstico y el tratamiento a seguir.  ¿Qué le parece?

Una de las grandes ventajas del desarrollo tecnológico a lo largo de los años es poder realizar trabajos que requieren tiempo o análisis en una fracción de lo que tomaba en el pasado.  Esto aplica para una gama amplísima de situaciones, y entre ellas, el uso de aplicaciones de cálculo, procesamiento de datos y análisis en diferentes ramas del conocimiento.  Hasta aquí, todo bien.

Un software es útil para agilizar el procesamiento de datos, e incluso para presentar una interpretación de estos datos en base a ciertos parámetros.  Ahora bien, el software no es quien está dirigiendo las actividades.  Se acepta que algunos equipos sofisticados tienen la capacidad de realizar una medición y que los resultados alimenten un software, y que además los cálculos se realicen automáticamente.  Hay incluso algunas aplicaciones que tienen la capacidad de interpretar los resultados de los cálculos en base a inteligencia artificial combinada con algunos parámetros preestablecidos.  En la mayoría de los casos, todavía, quien dirige el estudio o alguien del equipo es quien ha introducido manualmente los datos para ser procesados.


Los softwares no resuelven problemas de por sí.  Aportan resultados.  Los problemas los solucionamos los humanos.


El software puede tener un gran potencial de presentar una serie de conclusiones en base a unos valores de referencia preestablecidos con unos criterios definidos, pero de ahí a que sea el software el que tenga el manejo de todo un proceso ya es otra cosa.  Un amigo médico me comentó que cuando estaba en los días de residencia en un hospital, uno de sus profesores decía que después de haber visto al paciente, el médico debería tener ya el diagnóstico en la cabeza, y usualmente esa primera impresión era correcta y difícilmente variaba.  Esto no es una tabla de verdad en todos los casos, pero la esencia es que una persona tenga el conocimiento necesario para saber cuál es el problema y cómo lo va a resolver.

De los softwares y otros sistemas similares se puede escribir mucho, pero hasta ahora, no tienen la capacidad de razonar por sí mismos, de concebir una investigación o un estudio, de plantearse un problema, buscar datos, entrevistar personal, entender cómo funcionan los procesos, entre otras cosas.  Los softwares no resuelven problemas de por sí.  Aportan resultados.  Los problemas los solucionamos los humanos.

De que las aplicaciones de computadora tienen un enorme potencial nadie lo duda, y es esa su mayor ventaja.  Pueden usar los resultados para ayudar a que las personas no tengan que pensar mucho, y acaso presentar una serie de conclusiones o explicaciones.  A lo anterior se llega en base a una serie de configuraciones lógicas, de decir, por ejemplo, que si un determinado valor está por encima o por debajo de un parámetro en particular, entonces se puede llegar a una conclusión puntual.  En el ejemplo médico, con ciertos valores de pruebas analíticas se puede realizar un diagnóstico de la condición de salud de una persona.  No es como las ceremonias de premios, en que alguien abre un sobre y anuncia “Y el ganador es…”, como si al resultado que arroja la máquina se pensara “Y el software dice…”, asumiendo aquello como una verdad irrefutable.

Los humanos, sin embargo, tenemos dos cosas que nos favorecen y, hay que repetir, hasta ahora, es exclusiva nuestra: intuición y experiencia.  Sin hacer un desarrollo elaborado de la mente humana, del proceso de pensamiento y cómo las ideas surgen en base a asociaciones de conocimientos o memoria, no hay sustituto para esto.  La intuición es lo que nos permite comprender cosas sin necesidad de razonamiento o análisis.  Ese “darse cuenta”, la facultad de observación y captar cosas no es una característica de las máquinas.  La experiencia es diferente.  Los días vividos, los años de trabajo de interacción con personas, equipos, sistemas, operaciones, es lo que nos permite saber y poder hacer las cosas.  Además, podemos entender el porqué de las cosas, anticipar situaciones y tomar decisiones.

Con los softwares hay algo más, y es la calidad de los datos.  Cuando los datos tienen problemas en el origen, un software va a hacer una interpretación de datos erróneos.  Hay formas de evaluar si los datos son homogéneos, y si tienen esa característica, analizar si el comportamientos de datos refleja normalidad.  En un caso que conozco se investigaba un proceso.  Los datos obtenidos no eran del todo confiables, porque el sistema de medida no era el mejor, pero esto no lo sabe el software.  El comportamiento de los datos no reflejaba una distribución matemática conocida, y el querer usar una aplicación estadística para ayudar a interpretar o acomodar los valores no ayudaba.  Una cosa era el deseo de quien manejaba el caso.  Otra cosa era la realidad.  Quien dirigía el estudio era quien tenía que darse cuenta de que había un problema con los valores colectados.  La fiebre no está en la sábana, sino en el paciente.

Ni los datos ni las computadoras tienen sentimientos.  Los sentimientos no son objetivos, como es el propósito de un análisis serio, pero forman parte del bagaje de quien verdaderamente está dirigiendo las cosas.  Como el eslogan de la compañía aquella de artículos y productos para manejo de documentos, lo demás es copia.   Por ahora.