Un año después

5 marzo, 2021

Por Alejandro Moronta

Es marzo del 2021.  Un año antes, exactamente el primero de marzo, se detectaba el primer caso de COVID-19 en República Dominicana.  Un turista italiano que vacacionaba en La Romana fue con quien que se inició la cadena de preocupaciones a nivel nacional.  Que Claudio Pasqualini fuera el primero no significa que haya sido la causa de los contagios en nuestro territorio.  Otras personas que ingresaron al país o que estuvieron de viaje en el exterior contribuyeron a una situación sanitaria que sólo se había visto un siglo antes, a nivel mundial.

Un año después, bajo toque de queda desde el 18 de marzo, la economía se ha visto resentida.  No sorprende que a algunos no les haya ido bien y otros han tenido su mejor época.  Lo importante no es lo que haya pasado, sino lo que se ha aprendido.

Poco que hacer

Hay empresas que por el tipo de actividades que realizan no había forma en que pudieran continuar trabajando sin cambios mayores.  Es un verdadero reto echar una empresa hacia adelante cuando hay fuerzas mayores que no permiten que se realicen sus actividades normalmente.  El mundo del espectáculo fue severamente golpeado.  Los artistas, si hicieron algo, fue de modo virtual.  Otros sectores no pudieron trabajar todo el tiempo, y la clave, cuando volvieron, fue asegurar que se cumplían todos los protocolos recomendados, bien sea impuestos externamente o establecidos de forma voluntaria.  Con estas directrices hubo un incremento en los costos, sin dudas, pero no había otra forma de trabajar.  Los sectores más vulnerables tenían la tarea cuesta arriba de no sólo realizar las tareas normales, sino convencer a los clientes de que no serían afectados de alguna forma.

A nivel local, un transporte escolar, por ejemplo.  Externamente, una aerolínea.  Su opción más viable era cambiar su modelo.  Como aumentó el servicio de entregas, el transporte escolar pudo cambiar su modelo para seguir utilizando los vehículos para transportar paquetes o mercancía.  Muchas aerolíneas quitaron los asientos de los aviones y los convirtieron en espacio para carga.  Cuando se levantaron algunas restricciones, los medios de transporte también tenían que asegurar el cumplimiento de los protocolos ya mencionados

Por donde sopla el viento

Hubo otros negocios que cambiaron su esquema y se adaptaron.  Usted puede que postergue un viaje, pero comer es una necesidad básica.  Con el aumento del trabajo remoto, muchas personas no disponían del tiempo para cocinar y optaron por pedir comida a su casa.  Si un restaurante no pudo servir a todo el público, bien sea por la restricción en la cantidad de ocupantes o por el horario permitido, entonces se llevaron los pedidos donde sus clientes, o se dispuso la alternativa para recogerlos.  Para asegurar la calidad y la satisfacción hubo que cuidar los detalles.  ¿Y si la comida se enfriaba? ¿Y si el pedido era incorrecto?  Si los clientes estaban físicamente en el restaurante esto no era un problema mayor, o al menos tiene una solución más fácil que un cliente que estuviera distante.

Al inicio de todas las restricciones, si la idea era que los clientes compraran en un supermercado, pero que no estuvieran mucho tiempo dentro para minimizar los contagios, y se aprovechara el horario, entonces se prepararon paquetes o combos que se podían ordenar en línea.  Algunos eliminaron el área del deli, de forma que los clientes tomaran directamente los productos, sin aceptar pedidos.  Para motivar a los consumidores, ofrecieron sesiones interactivas por plataformas, con algún experto, entrevistas con los fabricantes de productos, con sesiones de preguntas y respuestas a través de las redes.

Como muchas personas estaban recluidas en sus casas, muchos optaron por reparar las cosas en vez de buscar a una persona, el conocido hágalo usted mismo.  Esto fomentó la autosuficiencia.  Había cosas que estaban dañadas por un buen tiempo y que las personas se decidieron a arreglarlas sin tener que recurrir a alguien que fuera a la casa a resolver la avería.  Esto también fue una oportunidad para vender herramientas y también para preparar sesiones virtuales para enseñar a los clientes ciertas habilidades, como por ejemplo, plomería.

Si no se puede vender a los clientes a los que normalmente se atiende, la pregunta clave es, ¿de qué forma se pueden usar los recursos para continuar operando, bien sea atendiendo otros sectores o proveyendo algo similar?

Opciones

En entregas anteriores ha estado el planteamiento de tener planes B, C o D, y alguno más si fuera necesario.  Ya no se trata de si pudiera ocurrir algo similar.  De mala forma habremos entendido que no se trata de si va a ocurrir, sino cuándo va a ocurrir la disrupción.  Ojalá que no, pero lo importante es que cuando ocurra, tener un plan.  Y si no es un tema de salud, qué otra cosa pudiera ser.  De eso se trata la continuidad de negocios, de cómo asegurar que la empresa sigue operando cuando hay alguna alteración al estatus de normalidad.  Las realidad no es constante.

De marzo a marzo

Un año después, luce que las actividades empiezan a tomar el ritmo y el comportamiento que tenían antes.  Se renuevan las esperanzas.  Se ha dicho que en lo adelante nada será igual.  Es difícil hacer predicciones.  De hecho, muchas predicciones que se hicieron al inicio de la pandemia resultaron ser erradas.  Hay que insistir en que lo mejor que se puede hacer es aprender de todo lo que ha sucedido.  Puede volver a suceder, de forma igual o con variantes.

De marzo a marzo ha quedado también claro que hay que hacer caso a los expertos, usar el buen juicio, dejando las agendas personales.  Había que pensar más en el bien común, pero también en preservar la empresa, grande o mipyme.  La ciencia ha tenido su espacio y su respeto.  Que este año no haya sido un año perdido, sino de enseñanzas.  Cabe replantear la pregunta de unos meses atrás: si se repitiera algo como lo que se ha vivido, ¿qué haría diferente?