Los anteojos

11 enero, 2019

Por Alejandro Moronta

Si está leyendo este artículo es probable que desee que se resuma todo lo que usted quiere saber de forma rápida, y que idealmente este aporte no tenga más de un párrafo.  Es entendible.  El tiempo se ha convertido en el recurso más escaso de los tiempos actuales.

El mayor lamento cotidiano es la velocidad que llevan las cosas, cómo pasan los días y el no poder lograr las realizaciones propuestas en el tiempo que se esperaba.  Consecuentemente, el postergar ciertos aspectos que en el consciente o en el subconsciente se sabe que deben ser atendidos, pero de nuevo, la disponibilidad del cruel tiempo y otros recursos es limitada.

En las ocasiones en que he conversado con directivos de empresas, es notable que la mayoría suele estar al tanto de los puntos álgidos de su negocio o departamento, y también hay que comentar que no en todos los casos se tienen los datos para saber la certeza o la dimensión de tales sospechas.  Algunos de éstos llevan años sin ser debidamente atendidos.  En otros casos, en trabajos de consultoría, he resaltado otros puntos que el cliente no necesariamente estaba enterado.  Es indispensable agregar que muchos de estos temas tienen un impacto significativo y que pueden afectar notablemente el desempeño de las instituciones.

Con el panorama descrito anteriormente, ¿qué hacer?  Si los directivos y sus equipos no tienen tiempo suficiente y en algunos casos no tienen todo el conocimiento del problema, se puede explicar la situación con la analogía de una persona con una visión distorsionada.  Ante este panorama, es casi inevitable necesitar un par de anteojos.  Si alguien tiene un problema de salud, la acción más atinada es acudir al médico.  Postergar la consulta puede tener consecuencias que lamentar.  Un negocio no es diferente.  Si hay situaciones mayores y no se pueden atender a lo interno, alguien externo representa los anteojos para aclarar la visión y poder ver mejor, confirmar o descubrir lo que no se captaba bien.  ¿Es razonable postergar una consulta de temas que pueden afectar seriamente la salud de una empresa?

El término consultor, al que se puede agregar el de asesor, y hasta coach o mentor puede que genere diversidad de impresiones, y en algunos casos, son más mito que realidad.  Sin embargo, hay algunos puntos que conviene acotar:

Objetividad.  Es probable que la gran ventaja del consultor es que no está viciado y su símil con los anteojos ayuda en que su evaluación no está afectada por intereses o percepciones.  Una ponderación sin prejuicios debe arrojar la realidad.  Puede que un diagnóstico de salud no sea agradable, pero tampoco se debe ocultar.  Para eso se está recurriendo a este tipo de servicios.  Difícilmente alguien tome una decisión de envergadura sin solicitar la opinión de uno o más asesores, internos o externos.  Los grandes líderes, de cualquier tipo, suelen solicitar el parecer de personas que no son de su entorno.  Son de los primeros en tener un coach.

Conocimiento actualizado.  Un profesional de fuste se mantiene al tanto del quehacer de su área.  Es parte su trabajo.  Por lo tanto, sabe lo que ha funcionado mejor y volteando la moneda, lo que no ha funcionado bien.  Ha cometido errores, por qué no decirlo, y por lo tanto, puede hacer recomendaciones o implementar soluciones en base a realidades y experiencias.  Las organizaciones no siempre poseen esta ventaja.  De nuevo, el tema del cúmulo de trabajo que a veces no permite poder desarrollar el talento.

Profesionalidad.  Un consultor es un profesional como otro cualquiera, igual que un facultativo.  Alguien que se respete y que respete el oficio hará su trabajo con ética, en el mejor interés de su cliente.  Si no fuera así, ¿qué validez tendría su quehacer?  El trabajo debe hacerse adaptado a lo que el cliente desee tratar, de acuerdo con los requisitos acordados.

Tiempo.  Entregar según el calendario definido lo que tiene tiempo sin ser tratado.  Las cosas que se han dejado de lado encuentran un plazo para ser revisadas o resueltas.  Como en el aspecto anterior, el trabajo debe hacerse en el tiempo estipulado, siempre y cuando el cliente colabore.  Así la ventana de tiempo está delimitada.

Flexibilidad.  Adaptarse a las necesidades de quien requiere un servicio es una ventaja que no se puede dejar de lado.  En ocasiones el cliente tiene compromisos que atender y poder interactuar con él implica ajustarse a su agenda.  Los asesores, coaches o mentores saben esto muy bien.  Una necesidad imperiosa o una decisión clave por parte del cliente implica todo lo contrario y es entonces cuando el profesional o su equipo trabajarán a tiempo completo y a deshoras para entregar un resultado.  En este último escenario la flexibilidad cae en la cancha del colaborador.

Benchmark.  Dado que un agente externo tiene experiencia, tanto en su pasada vida laboral como en su quehacer de consultor con diferentes empresas o personas, está expuesto a diferentes ambientes lo cual enriquece su bagaje profesional y le permite hace aportes de mejores prácticas vividas y observadas.  En la misma línea de pensamiento, las conexiones y el interactuar con otras personas del sector, muchas veces de otras áreas, son añadiduras a su paquete.

Costo de oportunidad.  El importe de los servicios profesionales es uno de los mitos más mencionados sobre la consultoría.  La gente valora un servicio profesional cuando se traduce en resultados, y también cuando evalúa las consecuencias de no requerirlo o el costo de oportunidad. No hacerlo en un momento determinado prácticamente se traduce en seguir postergando los asuntos perentorios que aquejan a una persona o a una institución y que luego serán más lamento que otra cosa.

Si terminó de leer estas líneas, me complace.  De alguna manera su valioso tiempo lo dedicó a estas palabras, pudiendo estar haciendo otras cosas que considera más importantes, o quizás ya usted cuenta con un par de anteojos que le ayuden a ver mejor mientras tiene un poco más de tiempo, hasta para leer.