Like / Me gusta

24 agosto, 2018

Con el advenimiento de las redes sociales, que han irrumpido la vida moderna, una de las formas de medir el impacto de llegar a los demás es la cantidad de amigos, contactos, o seguidores, pero de seguro la más codiciada de todas es el número de Like o Me gusta que se obtienen con las diferentes publicaciones que se comparten.  En las redes sociales, la mano con el pulgar hacia arriba en Facebook y LinkedIn y el corazón en Twitter e Instagram para sólo mencionar algunas de ellas, se han convertido en los íconos por excelencia del hedonismo en el ciberespacio.

La recepción favorable de los demás ante cualquier acto, gesto, decisión o comunicación o de una persona no es nueva.  Los aplausos han existido desde hace siglos.  Esta respuesta pudiera reflejar admiración, liderazgo, habilidad, arte, sabiduría o conocimiento, y eso está bien.  El tema viene cuando este tipo de respuesta se convierte en una necesidad, y en los casos extremos, una adicción.

Simon Sinek, el autor de los éxitos de librerías Start with why y Leaders eat last, tiene un famoso vídeo donde menciona el impacto de las redes sociales en algunos jóvenes.  Explica que científicamente hablando, la dopamina, la sustancia química asociada con el placer, es altamente adictiva.  Si bien es uno de los elementos de peso en la popularidad de las redes sociales, igualmente lo es con el alcohol, las drogas o el tabaco.

Ahora bien, la intención de este artículo no es sobre las redes sociales, sino sobre la retroalimentación y la necesidad de algunas personas de la agradable retribución, la favorable receptividad sobre su proceder y pensar en el ambiente laboral como elemento de satisfacción y motivación. De ser cierta esta necesidad, se convierte entonces en problema de autoestima, pues se depende de la opinión de los demás.  No sucede siempre, pero ¡los demás pueden estar equivocados!  ¿Qué pasaría si no hubiera redes sociales, como hace unos años?  ¿Qué pasaría si no hay retroalimentación?  Hay que tener la piel gruesa, pero hay que incluir alguna dosis de narcisismo en todo esto.

Para quienes se sientan ansiosos por la cantidad de comunicaciones favorables a su quehacer, probablemente eso esté asociado a alguna patología, y lamentablemente esto no es lo que mucha gente quiera leer.  Este patrón refleja otras necesidades interiores que no están del todo satisfechas.  Aquí cabe, en primer lugar, que la persona reconozca estos casos y sepa que hay algo que no anda bien.  Lo segundo es buscar las razones y las soluciones.  En términos de mejoramiento continuo se estaría hablando de la causa raíz y de las acciones que se van a tomar para abordar el problema.

Hay que recordar que la misión de una persona dentro de una organización es, a través de su trabajo, colaborar para que la institución logre sus objetivos, no satisfacer egos personales.  Y además, que a través de su trabajo, y en su afán de que la organización avance, no atropelle a los demás.  Contrario al pensamiento maquiavélico, el fin no justifica los medios.

La retroalimentación es buena y necesaria.  Debe realizarse con buenas intenciones y al mismo tiempo estar en disposición a recibirla como elemento de mejoramiento, no de complacencia en caso de que sea favorable.  Ya dice el refrán que quien bien te quiere, te hará llorar.  No es cómodo ofrecer retroalimentación genuina cuando lo que se desea comunicar implica la necesidad de un cambio mayúsculo en la persona receptora, y sin embargo, es como una de esas cirugías delicadas pero necesarias para el paciente.

Una de las mejores maneras de tratar con la mejora del comportamiento de una persona es ofrecer retroalimentación con frecuencia y con prudencia.  Así, la persona sabe de alguien que le aprecia y desea su bien y el de la organización, y cómo van evolucionando las cosas.  Bien sea un coach, mentor, supervisor o compañero de trabajo, estas personas cumplen con su rol.  Tratándose del supervisor, las evaluaciones de desempeño que se completan con periodicidad no son una sorpresa para la persona.  Más bien son un resumen de lo que ya se ha tratado con anterioridad.

La motivación es un tema que va de la mano con el de la comunicación y la retroalimentación. A veces la conciencia es el mejor retroalimentador.  No porque la gente no comunique quiere decir que aprueba o desaprueba.  Las personas tímidas o poco comunicativas probablemente lo serán, no importa si es a través de una red social o cara a cara.  Por lo tanto, el hecho de que los demás no provean retroalimentación no quiere decir que las cosas andan mal, o andan bien.  Sencillamente no comunican su parecer.

Personalmente, laboré 17 años en una institución.  Me dieron una placa cuando cumplí 15 años de servicios y otra placa el día que salí.  Eso no fue razón para que me sintiera desmotivado o falto de reconocimiento.  Traté de realizar un trabajo de calidad y recibí retroalimentación oportuna de muchas personas, cuando las cosas salieron bien y cuando no fue así.  Con todos los supervisores que tuve, llevé una relación estrecha, y en esto estoy agradecido, pues no todas las personas se pueden expresar de esta manera sobre sus ambientes laborales.  Me cuento entre quienes pueden decir que el hecho de saber que se hace un trabajo bien hecho y un cliente satisfecho ya de por sí es una satisfacción y una motivación.  Para que haya satisfacción, el trabajo de una persona debe ir más allá de la retribución económica.

Tenga por seguro que este aporte no fue escrito para recibir la aprobación de quienes lo lean.  Si usted ha llegado hasta aquí, probablemente lo haya encontrado suficientemente interesante y esto le motive a la acción, bien sea para sí o para ayudar a los demás.  En ese sentido, he logrado mi cometido.  Eso me complace.  No se vea sugestionado a darle Like / Me gusta.