Hoy no quiero trabajar (3)

1 marzo, 2019

Por Alejandro Moronta

¿La organización es el problema?  Entonces es un problema de todos, pero el mayor peso cae sobre los directivos.  Si por liderazgo se avanza, por la falta de éste se retrocede.  Nunca hay que olvidar que las organizaciones están compuestas por personas, independientemente de su posición en el organigrama.  Piense que usted es parte de la organización y que usted también influye en los demás.  La esencia de uno de los libros de Robin Sharma, Liderar sin título, es que se puede ser un líder en cualquier nivel de la estructura jerárquica.

Si me preguntaran por una palabra que es imprescindible para que haya un buen ambiente laboral, diría sin mucho razonamiento que es la confianza.  Con un claro propósito, los equipos de trabajo sólidos están unidos por la confianza.

Es más que una bendición el estar alejado de instituciones con clima laboral adverso.  Sé de una de ellas en que el ambiente era francamente hostil.  No sólo había problemas entre áreas, sino también dentro de los propios departamentos.  Como suele ocurrir, las dificultades empezaban en la cúpula, y esto permeaba en el resto de las personas por debajo de los directivos.  Ya la organización desapareció, y entre otros factores que influyeron para el resultado final, el clima no ayudó a los resultados en rojo.  Muchos conocen o trabajan en organismos con una apatía generalizada, con personas que están buscando otro empleo y con rotación de personal alta.  Señalar culpables es la mejor defensa de por qué no se obtienen los resultados, lo que genera un caos, como si fuera parte del ADN de la entidad.

Es imposible hablar de los ambientes de trabajo sin volver al tema de las personas.  Es sencillo, las personas son las que conforman los ambientes.  Retornando a aquello de la intención positiva, parte de la clave está en cimentar la confianza en los compañeros.  Cada persona tiene un trabajo que completar, unos resultados que dar y necesita la colaboración de los demás para poder hacerlo.  Siempre y cuando se respeten las disposiciones establecidas, tomando en cuenta el bien común, conviene partir de que el otro quiere hacer su trabajo y no es una agenda particular.

Para confiar, hay que dar motivos para creerlo, y hay que cuidar el mantenerlos a toda costa.  La palabra empeñada tiene una ponderación muy alta.  Cuando se pierde la confianza se pierden muchas cosas, para no decir todo.  Como errar es de humanos, quien se equivoque deben enmendar la falta.  Es lo menos que se pide en un trato justo entre compañeros que trabajan para un fin comunitario.

Diferencias de criterios y problemas o imprevistos siempre van a estar presentes.  El que dos personas vean las cosas desde una óptica diferente o lo aborden con criterios distintos no es malo.  Hasta en los mejores matrimonios o familias pasa eso.  Es parte de la diversidad, cosa que se aprecia para asegurar que no se escapen consideraciones cuando se está tratando de resolver algo.  Todos los aportes tienen mérito.  Esas diferencias no deben ser motivo de división, sino de entender el punto de vista del otro poniéndose en sus zapatos.

La galardonada película Rescatando al soldado Ryan trae la historia de que, durante la Segunda Guerra Mundial, un grupo de soldados de Estados Unidos ha recibido la misión de buscar a un compañero de armas en el campo de batalla.  Hay una escena interesante: en su encargo se encuentran con tropas enemigas a las que pueden evadir y no necesariamente tener que enfrentar.  El equipo debate sobre qué hacer.  El capitán John Miller (Tom Hanks), quien lidera el grupo, decide atacar por sorpresa para evitar que el enemigo cause daños mayores en el futuro.  Uno de los soldados dice que atacar al enemigo es un riesgo innecesario, considerando la misión que les ha sido encomendada, y es cuando Miller le recuerda a los demás que el objetivo final es ganar la guerra.  Aparte de la misión que cada cual tenga en una entidad, el objetivo final es lo que se haya decidido como bueno para todos.

Las organizaciones, valga decir, quienes las dirigen, tienen la tarea de crear el ambiente propicio para que la marcha sea lo más ligera posible, y que los colaboradores estén alineados con la línea trazada.  En base a esto, definir cuáles son los aspectos que la organización considera ser claves para su éxito.  Y además, promoverlos, reforzando diariamente los valores y los puntos que sustentan la cultura.  Así ganan todos.  Hay que trascender lo que pone un eslogan o un cartel en la recepción, los pasillos o las salas de reuniones.  Es cuestión de vivirlo de verdad.  Si hay que encauzar a algunos miembros, es parte de la tarea.  También es parte el determinar las personas envueltas en procesos de revision, que no cumplen las expectativas y que deben invitarse a buscar otras oportunidades fuera de la institución.

Aún sin tener un programa cultural formal en marcha, hay algunas cosas básicas del trato con los demás que no se pueden obviar.  Ese es el primer punto de partida.  Hay instituciones en las que no se usan nombres o programas elaborados, y sin embargo se manejan en un ambiente armonioso donde la gente quiere ir todos los días a poner su grano de arena.  Asegúrese por lo menos de aportar el suyo.

Indefectiblemente, hay que trabajar.  Ni siquiera es sano el no hacerlo.  Cubrir necesidades no es sólo el motivo.  Hay detrás también un sentido de realización, de haber contribuido con algo, de alcanzar metas, de haber sido parte de los logros, y es probable que eso se pueda asimilar al mirar hacia atrás en el camino recorrido.  Donde le haya tocado o en los roles que haya desempeñado, espero que algún día pueda reflexionar y poder decir que, con sus altibajos, disfrutó el trayecto, como la vida misma.  Y el trabajo es parte de ella.