El frasco grande

17 mayo, 2018

Si algo caracteriza al español hablado en el Caribe es el hablar sin la letra s. A esto hay que añadir que en algunos países de la región hay la tendencia a ser hiperbólicos en nuestro lenguaje. Un buen amigo es un vivo ejemplo del refrán de que al mal tiempo buena cara. Hace ya unos buenos años, comentando sobre un difícil examen en la universidad, dijo que un fracaso no era más que un “fraco” (frasco, en el español más castizo), pero de tamaño grande. De paso, la palabra “frascazo” no existe en el idioma español, de acuerdo a la Real Academia de la Lengua.

La palabra fracaso es una de esos términos que nadie quiere mencionar, casi prohibidos, no importa el entorno en que se mencione, y es que se le huye como al dolor, a no tener empresas o experiencias adversas. Con el éxito sucede todo lo contrario. Se apuesta al éxito. Se valora e idolatra. Se crean programas y esquemas para ejecutar tareas, proyectos, negocios y todo lo demás de excepcionalmente bien. Las hojas de vida resaltan los logros profesionales, grandes proyectos finalizados a tiempo y dentro del presupuesto, sabias decisiones, como si nunca se hubieran equivocado.

En grande

Las historias de éxito están llenas de grandes lecciones. Bill Gates, Steve Jobs, Milton Hershey, Arianna Huffington, Walt Disney, Oprah Winfrey, y muchas otras más, son personas que han convertido fracasos en éxitos. Han sabido revertir situaciones de derrota para reinventarse. La serie Chef’s Table, de Netflix, presenta las historias de algunos de los chefs más famosos del mundo, mostrando también sus luchas y momentos difíciles. Algunos de ellos pensaron en abandonarlo todo, pero perseveraron, se reinventaron y triunfaron. Massimo Bottura, Alexandre Couillon, Alex Atala, Gaggan Anand son sólo algunos.

Conocida es la anécdota de Thomas Alva Edison al comentar que “no fracasé, sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla”. Más se ha aprendido de los errores que de los aciertos. Como dijo Oscar Wilde, experiencia es el nombre que damos a nuestros errores. Las grandes lecciones vienen de aquellas cosas que no han salido bien.

El momento más oscuro

Winston Churchill, el icónico Primer Ministro británico, siendo Primer Lord del Almirantazgo, que tenía como tarea principal la flota del imperio, fue parte de los ideólogos que desarrollaron el tanque de guerra, y también promovió la aviación, aspectos que iban más allá de sus responsabilidades directas. También estuvo detrás de las grandes inversiones en la armada que pudieron ayudar a su país en la Primera Guerra Mundial. Churchill también fue de los propulsores de la invasión a la península de Galípoli, en Turquía con tal de apoderarse del estrecho de los Dardanelos y capturar la ciudad de Constantinopla, hoy Estambul. La campaña de los Dardanelos fue un desastre y Churchill, que recibió el nada halagüeño mote de “El Carnicero de Galípoli”, fue degradado en 1915 y a los pocos meses renunció del gobierno.

En 1939, ya durante la Segunda Guerra Mundial, Churchill ocupa de nuevo la posición del Primer Lord del Almirantazgo, veinticuatro años después del fracaso de Galípoli. Al año siguiente, el propio rey, Jorge VI, le pide que ocupe el puesto de Primer Ministro, tras la renuncia de Neville Chamberlain. La película “Darkest Hour”, ganadora del premio Oscar, es una magnífica obra de arte cinematográfico que revive los días en que Churchill asumió las riendas del gobierno en uno de los momentos más críticos de la historia de su país. El liderazgo y la determinación de este superbo estadista fueron clave en la victoria de las fuerzas aliadas.

Hacer lo correcto

Independientemente de los errores que cometemos cada día, hay que estar claros que estas cosas no deben tomarse a la ligera. Hay que hacer el mejor esfuerzo para que todo salga bien minimizando las oportunidades de fallo. Esa es la esencia de la calidad, excelencia en las operaciones y la ejecución exitosa. Los errores cuestan, y muchos de ellos pasan factura alta. Una verdad de perogrullo es que quien no ha cometido errores es porque no intentado hacer nada.

Es de rigor, ética y profesionalidad hacer las cosas correctas para obtener resultados como se esperan. Hay que apostar al éxito, poner todo el esfuerzo y capacidad necesarios para lograrlo. En eso no debe haber dudas. ¿Y si las cosas no sale como se esperaba? Ahí radica el quid de la reflexión, la retroalimentación y el aprendizaje, que bien se traduce en experiencia. Si las cosas no salieron bien, toca revisar qué pasó, por qué y qué se va a hacer para que no suceda de nuevo, o por lo menos minimizar el impacto negativo.

La pelota es redonda

En béisbol, un buen promedio de bateo es 0.300. Eso significa que el bateador logrará conectar de hit un 30% de las veces. Piense si usted está dispuesto a pagar varios millones de dólares por temporada a una persona que conecte por el terreno de nadie cada 3 de 10 veces que vaya al plato, y sin embargo, los dueños de equipos de béisbol de grandes ligas lo hacen con frecuencia.

Cambiando de deporte, dos de los mejores jugadores de fútbol de la actualidad, y de los mejor pagados, son Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. De por vida, Lionel Messi tiene 0.80 goles por partido, y Cristiano Ronaldo 0.72. No siempre llevan el esférico a las redes de la portería contraria durante un encuentro. Tomando esto en cuenta, los grandes atletas buscan ser mejores cada día. Analizan los partidos, las jugadas y las circunstancias. Junto con sus entrenadores o coaches, usan los fallos como retroalimentación para hacerlo mejor la siguiente ocasión.

Si ha tenido una experiencia adversa, tome su frasco, y como el pasaje aquel, llénelo de agua y conviértala en vino. ¡Salud!