Con los dedos cruzados

18 mayo, 2021

Por Alejandro Moronta

Esta entrega tiene un tiempo en el tintero, con el cuerpo prácticamente listo.  Obra de las coincidencias será que recientemente la opinión pública se ha visto sacudida por las personas fallecidas al consumir productos adulterados, lo que va de la mano con el tema a tratar en esta ocasión.  A excepción de algunos allanamientos, el caso continúa bajo investigación.

Los peloteros dominicanos han dejado de ganar US$103 millones por vínculos con el dopaje.  Solamente Robinson Canó dejó de percibir más de US35 millones las dos veces que ha sido suspendido.  Este dinero sólo toma en cuenta el dinero que no recibieron por partidos sin jugar, sin incluir lo que pudieron haber ganado con incentivos si lograran un buen desempeño.  Más todavía, el descrédito y la oportunidad de reconocimientos como Guantes de Oro, títulos de bateo o el codiciado ingreso al Salón de la Fama de Cooperstown.

Lamentablemente, en nuestro país no hay regímenes de consecuencias fuertes para penalizar las violaciones a los procedimientos y a la falta de ética.  Pocos casos se conocen públicamente. Por esta razón no hay más ejemplos locales en este aporte.  Lo de los beisbolistas se sabe porque estos atletas juegan en Estados Unidos, que sí tiene unas reglamentaciones estrictas, y estas informaciones se recogen en la prensa.

Boeing, el fabricante de aviones, sabía del problema del software del 737 Max al menos un año antes de que cayera el avión en Etiopía, en el último de los dos accidentes fatales.  El costo de la prohibición de vuelo de estos modelos fue de más de US$20,000 millones por compensaciones, alteración del programa de producción y modificaciones para arreglar el problema, sin incluir el impacto de la pandemia del COVID-19.  Se agrega una multa de US$2,500 millones que impusieron las autoridades.  El máximo directivo fue despedido por la crisis generada por el fallo, no sólo por la situación, sino también por no dar una respuesta adecuada al caso.

El fiasco de Volkswagen, que alteró la cantidad de emisiones al medio ambiente de los motores diésel, tuvo un costo de más de US$30,000 millones de dólares, sumando las multas, compensaciones, costo de arreglar el problema y otros costos asociados.  A nivel ejecutivo, el escándalo provocó la salida o suspensión de personas en grandes puestos del grupo, que incorpora las marcas Volkswagen, Audi y Porsche, sólo en Alemania.

La tragedia del transbordador espacial Challenger fue una cadena de sucesos que ocasionaron la explosión de la nave espacial en enero de 1986.  Empezando por las vidas de los 7 astronautas que iban a bordo, un problema que se pudo resolver con unos US$200 mil terminó costando más de US$3000 millones. En el caso del transbordador, la NASA deliberadamente ignoró las advertencias del equipo del contratista que trabajó con la pieza que ocasionó el problema.  La explosión no fue una sorpresa.  Algunos de los ingenieros de la empresa cargaron con un sentimiento de culpa por décadas, mas no estaba en ellos la decisión de detener el lanzamiento de la nave. Varias figuras de renombre en la NASA y el contratista se retiraron tempranamente de ambas organizaciones.


Un ejecutivo llegó a decir que era el momento de quitarse el sombrero de ingeniero y ponerse el sombrero de gerente con tal de justificar el lanzamiento a pesar de las advertencias recibidas.


En marzo del año 2000, Baxter Healthcare compró a Althin Medical, una empresa que fabricaba productos de terapia renal.  Pocos meses después de la compra, uno de los productos de esta última empresa fue el causante de varias muertes a nivel mundial, mayormente en Europa.  Se inició una investigación con varios frentes, para llegar a la causa raíz del problema.  Una vez que se determinó la razón, venía la decisión de qué hacer.  Harry Kraemer, el principal ejecutivo de Baxter de entonces admitió el problema, aún cuando no hubiera sido responsabilidad directa de la compañía.  No solamente esto, sino que pidió a la junta de directores una reducción del 40% de su salario y una reducción del 20% para los principales ejecutivos.  Además, tuvieron que tomar una decisión muy difícil: cerrar Althin Medical, y absorber el golpe de US$189 millones.  Al día siguiente de la decisión, Kraemer dejó su oficina en Chicago para ir a Washington, D.C. y explicar a la FDA el plan de acción.  Este manejo ha sido un referente de responsabilidad, honestidad y transparencia.

Habiendo visto varios ejemplos, se habla entonces de ética, de gestión y de riesgo.  No hay problemas con tomar decisiones con riesgos calculados, siempre y cuando los números sean correctos y el riesgo no vaya más allá de lo razonablemente manejable.  Una de las frases más relevantes del caso del Challenger fue cuando un ejecutivo llegó a decir que era el momento de quitarse el sombrero de ingeniero y ponerse el sombrero de gerente con tal de justificar el lanzamiento a pesar de las advertencias recibidas.

En los casos expuestos anteriormente, más de una persona mantuvo los dedos cruzados, para que nadie se diera cuenta del problema, o para mentir durante las investigaciones.  El meollo es que se sabía que algo podía pasar, con potencial pérdida de vidas, pero bien se ignoraron las señales o había razones que se consideraron más poderosas para continuar, dentro de las que están el ego, la fama o el mero hecho de ganar más dinero.

¿Decisiones difíciles, presión?  Sí, eso siempre va a suceder.  Para eso les pagan a los grandes atletas o a quienes forman parte de la dirección de las organizaciones.  Es parte de su trabajo.  Lo cuestionable es que no se hayan tomado las decisiones correctas cuando había razones suficientes para hacerlo.

¿Riesgo?  Sí, siempre habrá algo de riesgo.  Se ha desarrollado todo un tema con el riesgo.  Hasta un estándar hay para la gestión de riesgo, el ISO 31000.  La inclinación que tuvieron quienes han tomado decisiones desacertadas en los eventos citados y muchos otros, tiene que ver más con la ética que con el riesgo, con el engaño y la ausencia de responsabilidad con tal de llegar a una meta.

Contrario a Maquiavelo, el fin no siempre justifica los medios.  Hay mucha gente que puede ser afectada en el camino, bien sea por pérdida o por ganancias dejadas de percibir.  Eso es monetariamente hablando.  Hay también vidas envueltas, familias destrozadas, sueños truncados.  Lo que queda en la conciencia, los pensamientos, eso no se puede cuantificar.  Una decisión que vaya en contra de ciertos intereses puede que no deje beneficios de dinero, pero da mucha paz y la imagen pública se enaltece.  Es hacer lo correcto.