Año nuevo, objetivos inteligentes

21 diciembre, 2018

Por Alejandro Moronta

Se acerca el final del año y consecuentemente se inicia el siguiente.  Es usual que personas e instituciones, más las últimas que las primeras, hayan agotado en el último trimestre del año su proceso de planificación estratégica para revisitar su realidad actual y futura y estructurar los planes de desarrollo del negocio.  A nivel personal esto es igualmente válido, haciendo las debidas diferencias con los temas propios de cada individuo no siempre relacionados a temas laborales.

El aspecto de la calidad de vida y el balance entre el trabajo y los temas personales nunca ha estado más sobre la mesa.  Muchos artículos se han escrito sobre ese tema.  La demanda de tiempo de un empleo, negocio o quehacer le restan tiempo a otras cosas, y da la impresión de que mucha gente realmente no vive, sino que pasa años como autómatas y en algún momento hace conciencia de esta realidad para darse cuenta de que han pasado años, o peor aún, que se le han pasado los años sin tener un sentido de realización, sentir satisfacción por lo que han hecho o el legado que van a dejar.  En ocasiones se ha usado la analogía de los roedores que al caminar o correr dentro de un cilindro hacen que éste se rote, con la sensación de que avanzan, pero sólo giran sobre un eje.

Esta época presenta también el dilema anual de las metas trazadas versus las metas alcanzadas y en ocasiones es más de frustración que de logros obtenidos, con el ingrediente de la postergación para el próximo año, o la resignación de que no vale la pena o de que todo va a continuar igual.  Y en este círculo vicioso se puede perpetuar cada final de año por muchos años.

Lo anterior no necesariamente tiene que ser así.  Aparte de la motivación o interés que se tenga en alcanzar alguna meta, institucional, profesional o personal, una metodología práctica sugerida es la llamada SMART (inteligente).  SMART es el acrónimo de specific (específico), measurable (medible), attainable (lograble), relevant (relevante) y time-bound (basado en el tiempo).

Para que se logre algo es importante que se defina claramente lo que se desea.  El proponerse una meta ambigua o que no se entienda, no es una buena idea, y probablemente no lleve a ningún lugar.  Tampoco es sabio plantear algo que si se logra a medias dé la sensación de haberlo completado.  Eso es autoengaño.

Lo que no se mide, no se mejora, dijo W. Edwards Deming.  Considerando el párrafo anterior, qué número, cifra o indicador se va a utilizar para medir el progreso y saber qué tanto se ha avanzado.  Si se ata el objetivo con el plan estratégico, punto a todas luces lógico, entonces podemos hacer referencia a los indicadores clave, o KPIs, como también se conocen por sus siglas en inglés.  En la misma línea de pensamiento, el cuadro de mando integral, o balanced scorecard contiene los indicadores que representan el cómo se va a medir el desempeño.

La meta debe ser realista.  No vale la pena trazarse un propósito si no es alcanzable.  Esto crea frustración, y como no se va a lograr el año próximo vendrá la sensación de que es tan difícil que no tiene sentido ir tras él.  Tampoco que sea tan fácil que cuando se complete no se valore.  La idea es fijar metas que requieran esfuerzo, que sean retadoras, pero que se sean logrables.  Si es un propósito mayor o complejo, se puede dividir en pasos o etapas.  Es probable que se pueda lograr en un período más allá de un año, varios quizás, pero que por lo menos se empiece.  Al iniciar, ya faltará menos para alcanzarlo.

Lo que se quiera obtener debe tener también un significado de importancia y que represente algo que de verdad se desee.  Aquí entra en juego la motivación.  Luchar por algo que no sea significativo no tiene mucho sentido.  El desear algo, y que sea de importancia o que vaya a dar algún tipo de beneficio o gratificación, de la naturaleza que sea, va a llevar a la acción más fácilmente que otros objetivos.  Se agrega, por lo demás, que usaremos las energías de manera apropiada.  Una vez más, la referencia a la estrategia, KPIs y cuadro de mando integran son las piezas del rompecabezas que deben encajar para formar la imagen.

Finalmente, el objetivo debe basarse en el tiempo.  Es decir, debe establecerse un marco de tiempo definido en que se van a lograr las cosas.  En estos términos se puede hablar del primer mes del año, del tercer trimestre, de la primera mitad o de un objetivo a alcanzar cuando concluya el año próximo.  Esto tiene la ventaja de que el horizonte de tiempo está definido.

Si bien todo lo anterior es correcto, si hay algo en común que las personas de éxito han destacado para explicar cómo han conseguido sus objetivos, es sin dudas el factor de la disciplina y la consistencia.  Un autor dice que la mejor defensa es el ataque.  El día que no se desee hacer algo, ese trabajar entonces el doble para conseguirlo.

Como ejemplo de todo lo anterior, luego de concluida la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos y la entonces Unión Soviética estaban enfrentados en la carrera por el espacio.  El 25 de mayo de 1961, John F. Kennedy presentó a la NASA y a su país, el reto histórico de llevar un hombre a la luna y retornarlo sano a la Tierra antes de que teminara la década de los años 60.  Esto se logró con la misión del Apolo 11, pero será el desarrollo de otro artículo.

No le voy a desear suerte.  Sí le deseo que identifique lo que desea lograr, bien sea como empresa, profesional, o personalmente, que utilice la metodología descrita o la que a usted le sirva, y más importante aún que tenga la disciplina y la consistencia para hacer lo que tiene que hacer.  A eso es lo que muchas personas le llaman suerte.